“Los escarapulines” y la importancia de sentir-nos en el contexto

02/04/2022

En una mañana de un sábado del 2006, junto a un grupo de estudiantes de medicina de la Universidad de Central de Venezuela quienes me pidieron que facilitara un taller, iba camino a un hermoso parque público en el centro de Caracas, Parque Los Caobos. Mis nervios estaban a tope, el miedo ganaba más fuerza dentro de mí. No lo expresaba con nadie, tal vez no sabía en ese momento cómo expresarlo.

Sería la primera vez que facilitaría un taller recibiendo un pago por ello. Si bien desde 1999, ya había facilitado espacios de formación, el hecho que te paguen, así sea algo simbólico como en el caso de esta historia, la relación cambia, la presión es algo distinta. Y si agregamos a esto, que la actividad sería para niños y niñas con VIH Positivos todo es diferente. 

Sol hermoso, con el clima perfecto de una ciudad como Caracas. Entramos al parque y recuerdo que intentaba respirar y mantenerse distraído para relajarme lo más posible. Llegamos al punto de encuentro entre frondosos árboles que cubren todo este espacio público. Ya habían unas 12 personas entre papás, mamás y sus hijos e hijas. Mientras trataba de mostrarme tranquilo, veía rostros con diferentes expresiones. 

Recuerdo con particular claridad la mirada de algunas mamás y papás. ¿Qué me querían expresar? no lo podría saber, pero sí puedo decir que había una combinación de mucha seriedad con curiosidad de ver qué es lo trajimos para ofrecer. ¿y los niños y niñas? siendo niños y niñas, jugaban en el parque entre hamacas y toboganes.

Pasados unos minutos, y luego de saludarnos, se acordó comenzar. Hacemos el círculo, y ahí, las miradas de los niños y niñas cambiaron un poco, posiblemente, era porque era más divertido seguir jugando libre a que un adulto venga a poner condiciones de juego, o por la reacción natural de no saber quién era yo y qué íbamos hacer. Papás y mamás desde afuera observando de manera atenta.

 “Pongámonos más cerquita” dije. Me agaché, y pensé “lo mejor es hacer el ejercicio de los escarapulines”, “nunca falla” agregué en mi pensamiento. Así que comencé: “¿Han escuchado qué son los escarapulines?”, se sorprendieron un poco, “no”, dijeron algunos de los niños. “Pues resulta que es como un ……” Y justo en el instante que iba a decir lo que siempre decía con este ejercicio “…un virus que va por dentro y que nos adormece”… en milisegundos cambié la frase por “…unos bichitos que van por fuera de la piel y nos adormecen un poco, nos dan como pereza…” y continué “por lo que hemos descubierto que la única forma de sacarlos es así, dando palmaditas a nuestro cuerpo…” para seguidamente pedir que  hicieran lo que yo iba haciendo, hasta que nos sacamos los escarapulines para calentar un poco.

No recuerdo mucho más de ese día, solo sé que la actividad generó al fin de cuenta una buena sensación, o eso creo, y que jamás olvidaría que una misma frase en un lugar puede ser cualquier cosa, y en otro contexto puede ser la razón para tal vez dañar el proceso por completo. ¿Qué hubiesen pensado y sentido los niños y niñas si en mi actividad de inicio les recuerdo a modo de juego “un virus que va por dentro”? ¿Cómo hubiesen reaccionado los papás y mamás? A ciencia cierta no lo sé, pero sí imagino que cosas buenas no creo que hubiese traído, o que al menos me hubiese costado muchísimo “remontar” la energía de confianza con este grupo, sobre todo en una taller tan corto (una sola sesión, dos o tres horas).

Sentir el contexto, sería el resumen de lo que aprendí de esta experiencia. Y no solo sentir hacia afuera (Que suele ser lo que nos enseñan a quienes educamos), sino también -y sobre todo- sentirme como parte del contexto. Y es que ahora, más de 15 años después, valoro mucho más la importancia de incluirme dentro de ese contexto. ¿Por qué no? ¿O es que acaso es lo mismo que tú des una clase un viernes al final de día ya con cansancio acumulado, a que lo hagas con ese mismo grupo, en el mismo lugar pero un lunes en la mañana con tu mente -y cuerpo- un poco más descansada?. El contexto también cambia, porque como seres humanos también somos parte fundamental del ambiente donde educamos. 

No se trata de un capricho de mi parte, en investigamos como la realizada en el 2018 por el Ministerio de Educación Pública de Costa Rica, llamada LA EDUCACIÓN EMOCIONAL DEL PERSONAL DOCENTE: UNA ESTRATEGIA DE FORMACIÓN PERMANENTE indican que “Los expertos señalaron, que los docentes: ´pueden reconocer mejor las emociones en los estudiantes, que en ellos mismos, no vinculan las estrategias que desarrollan con los estudiantes para utilizarlas en ellos mismos…´”.

En este sentido, mi invitación es que nos permitamos conectar más con nuestros propios sentires, y a partir de ahí, será más probable que nos podamos conectar con el resto del contexto donde educamos.

Buena vibra.

Por Ricardo Salas Correa.